sábado, 29 de agosto de 2009

Todos los comienzos son difíciles


La primera vez que me enfrenté a este dicho fue en clase de alemán ("Alle Anfang ist schwer"). Creo que no hay ámbito en el que no se cumpla, excepto si consideramos casos muy raros, tipo "cisne negro", lo que también se denomina "suerte del principiante". Llegar y triunfar ocurre, pero es muy raro.

Su interpretación tiene dos versiones no siempre positivas o agradables. Una es que hay que pagar un ticket de entrada a todo. Escuché a Alain Delon asegurar la necesidad de pagar el ticket de entrada en cualquier lugar al que se quiere acceder. Como ejemplo particular ponía su poco conocida faceta de coleccionista de arte. Decía que convertirse en especialista llevaba mucho tiempo, esfuerzo y dinero. Es inevitable que al principio se cometan errores y se incurra en pérdidas.

El otro sentido se encuentra cuando las personas del círculo en el que se quiere ingresar (profesionales, por ejemplo) levantan barreras y construyen ámbitos cerrados, la ciudadela, donde es muy difícil entrar. Esto es lo que me sugiere la imagen del castillo de Rovereto. Me recuerda también la magnífica serie de televisión "La Ciudadela", protagonizada por Ben Cross allá por los años 80. Narraba los esfuerzos de un médico de origen humilde en abrirse paso entre el oligopolio de los facultativos mayores. La tentación de cerrar el círculo a los de fuera es universal e irresistible, y no siempre se hace por motivaciones nobles. En algunos casos puede esgrimirse por defender calidad de trabajo o servicio o de categoría. A menudo no es más que una excusa para repartirse el pastel entre unos pocos, o para defender posiciones de poder que no se mantendrían en una competición abierta.

¿Cómo se entra en un círculo cerrado? ¿Cómo se asalta la ciudadela? Con persistencia, aprendiendo de los errores. Como decía Arthur Schopenhauer, tropezando, cayéndose y levantándose. Pero también con suerte.

A propósito, el viaje a Rovereto era para participar en un congreso, y de paso intentar horadar los muros de la ciudadela que unos cuantos colegas científicos han levantado.

jueves, 6 de agosto de 2009

Ubi sunt


Memorable pregunta. Tema recurrente en la literatura universal ¿Dónde están? ¿Que fue de ellos? Sería inacabable una relación de todos los escritos, poesías, canciones que han tocado el asunto. Es un grito de nostalgia, acompañado a menudo del deseo de no ver la realidad, sorprendidos por el paso del tiempo y los cambios, a veces brutales, que trae consigo. El tema se acompaña a menudo del lamento por lo breve que es la vida y por lo pasajero de los bienes terrenales.

Con la imagen no me refiero sólo al desgraciado caso de los afectados por Fórum Filatélico y AFINSA, ni a dónde están los millones que han perdido. Con todo, el desvencijado cartel puede verse aún, agosto de 2009, en una céntrica calle de Elche. Sería aplicable aquí el dicho castellano de "Torres más altas cayeron".

Volviendo a la literatura y al arte, desde los Carmina Burana, al Misterio de Elche, pasando por Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre: "¿Qué se fizo el Rey Don Juan? Los infantes de Aragón, qué se fizieron".

Mis favoritos son François Villon y Robert Louis Stevenson, con formas muy diferentes de abordar el tema. Villon, criado en la parisina Corte de los Milagros y de ajetreada vida, fue el autor de la "Ballade pour les dames d'autrefois":

"Dictes moy n'en quel pays
Est Flora la belle Rommaine,
Archipiades ne Thaïs,
qui fut sa cousine germaine,
Ëcho parlant quand bruyt on mayne,
Dessus riviere ou sus estan,
Qui beaulté est trop plus qu'humaine.
Mais où sont les neiges d'antan?"

Como se ve, ya en la Edad Media se quejaban de que las nevadas no eran tan cuantiosas como las de años atrás.

Stevenson despacha el tema en La Isla del Tesoro con una ruda y sobria expresión de sus atribulados ex piratas, quienes ya no pueden volver al oficio:

"Bueno" dijo Silver. "Bien, ¿y dónde están ahora? Pew era de esa clase y murió hecho un mendigo. Flint lo era, y murió de ron en Savannah ¡Ah! era una magnífica tripulación, ya creo que lo era. Sólo que, ¿Dónde están?".

Un poco de nostalgia nos hace humanos. En la adversidad y en la vejez puede que necesitemos buenos recuerdos. Los artificios de la memoria embellecen los recuerdos, olvidamos pronto lo malo, y cualquier contrariedad nos hace pensar en la Edad de Oro de años antes. Pero mucha nostalgia resulta en un autoengaño y nos impide ver bien la realidad. Algunos escritores han intentado poner las cosas en su sitio. Así, Mateo Alemán remata en "Vida del Pícaro Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana":

"Este camino corre el mundo. No comienza de nuevo, que de atrás le viene al garbanzo el pico. No tiene medio ni remedio. Así lo hallamos, así lo dejaremos. No se espere mejor tiempo ni se piense que lo fue el pasado. Todo ha sido, es y será una misma cosa. El primero padre fue alevoso; la primera madre, mentirosa; el primero hijo ladrón y fratricida."

Lo que nos lleva a Voltaire: "Nous laisserons ce monde-ci aussi sot et aussi méchant que nous l'avons trouvé en y arrivant" (dejaremos este mundo tan tonto y tan malo como nos lo hemos encontrado al llegar).

Estamos condenados a convertirnos en un delgado y sutil hilo en la memoria de las personas que nos conocieron. Y este fino recuerdo terminará el día en que ellos dejen de vivir. Mientras tanto el dónde están es un grito de nostalgia, que lleva a dar rodeos y a no enfrentarse a la realidad

domingo, 2 de agosto de 2009

Sólo hay queso gratis en las ratoneras


Este refrán ruso es uno de mis favoritos. Nada se puede conseguir gratis. Siempre hay que pagar algo, sea en dinero, en especie, en tiempo, siempre irrecuperable, o en esfuerzo. De las muchas variantes de este dicho, me gusta una procedente de la novela picaresca, que incluí en mi libro La Gran Mentira (Paidós, 2009):

"A grande oferta, grande pensamiento, y a mucha cortesía, mayor cuidado. ¡Que no es de balde, misterio tiene! Si te hace caricias el que nos las acostumbra hacer, o engañar te quiere o te ha menester", Mateo Alemán en Guzmán de Alfarache (1599).

Lo ilustro con una imagen de trilero en acción en las Ramblas el pasado mes de julio. Poco después de tomar la foto, y en otro corro, vi a un joven turista perder rápidamente sus buenos euros ante los atónitos ojos de su pareja y de quienes le rodeábamos. Hago notar que había más "ganchos" que público contemplando el desigual lance. Al incauto forastero le hizo perder el ansia de conseguir algo a cambio de nada. Como se dice vulgarmente es intentar "f...r gratis", lo que todo el mundo debería saber que es imposible. Pero como parece que las personas no cambiamos nunca, no viene mal repetirlo y recordarlo de cuando en cuando. Sobre todo cuando uno ve a su alrededor, y lee, cosas que dan a entender que el 90% de la población sueña con conseguir algo gratis o a cambio de muy poco esfuerzo. Es como si uno pensara que le van a tomar por tonto pagando por las cosas el precio, en el sentido y la forma que sea, que valen.