sábado, 29 de junio de 2013

El Síndrome de Goneril




Goneril
¡Queridísimo Gloster!
¡Qué diferencia entre hombre y hombre!
Sea tuyo el favor de una mujer:
mi cuerpo lo usurpa un bobo.
(William Shakespeare, El rey Lear)

La malvada Goneril confiesa su amor hacia Gloster (o Gloucester) en la famosa tragedia de Shakespeare revelando la dualidad amor carnal y amor romántico. Se descubre como la mujer que, enamorada de otro hombre, se entrega obligada al sexo con su marido. Deja a éste gozar de su cuerpo mientras ella sueña gozar, o goza cuando puede, con otro hombre. La mujer Goneril puede pasar años y años pensando en otra u otras personas mientras se somete pasivamente al acto sexual.

Este tipo de casos es bastante frecuente. Según me cuenta una colega psicóloga: “Una de mis pacientes, casada y con hijos, rompió de joven con un novio de quien estaba profundamente enamorada y a quien sigue queriendo a pesar del tiempo transcurrido. Años después se casó, por presiones sociales y familiares, con otro hombre. Como ella dice “porque entonces había que casarse”. Y a la hora de hacer el amor con su marido piensa siempre en el amor de su vida”. Esta Goneril desea otro compañero: su amado y añorado novio de juventud. Construye una barrera imaginaria que separa el acto físico, mecánico del amor, del deseo y disfrute erótico plenos. No se plantea, sea por miedo, apatía, pereza o convencimiento, romper la relación. La mujer Goneril sueña con un amante ideal o real y, si puede, lo busca, lo encuentra y tal vez se embarque en una relación o en una serie de relaciones fuera de la pareja para intentar obtener lo que piensa que merece.

Por supuesto, no es un sentimiento o estado exclusivo de las mujeres. Pensar en otra persona mientras se disfruta con otra es frecuente y puede obedecer tanto al terreno de lo voluntario como de lo deliberado. A veces puede ser una ayuda para aumentar la satisfacción. Cuando una pareja lleva casada cierto tiempo, es normal que uno u otro piense en otra persona cuando realiza el acto sexual. Claro, hay diferencias. Algunos fantasean con celebridades y mitos, digamos George Clooney o Angelina Jolie. Otros con la vecina o con un compañero de trabajo, o con la profesora de inglés de su hija, o con su médico de cabecera. Aún así, hay que distinguir varias categorías. Por un lado está el arrebato pasajero, como el ¡Uy!, que le viene a uno a la mente al compartir el ascensor con la vecina. El encuentro, fortuito e inocente, puede originar una temática de fantasía a la que se recurra, o que se presente de improviso, durante el deleite carnal. Por otro lado está el encoñamiento u obsesión de años que puede abrigarse hacia una colega o hacia el jefe. Por último, puede tratarse de un interés serio, de una especie de cariño intenso indistinguible del amor auténtico, que nació hace tiempo y que se mantiene o incluso va creciendo. Cada una de esas circunstancias revela complejidades y dificultades diferentes, que hay que abordar de forma también diferente: desde la laxitud y el “laissez faire, laissez passer” hasta la preocupación meditada.

Referencias
William Shakespeare, El rey Lear. Traducción de Ángel Luis Pujante. Madrid: Austral, 2009.
José María Martínez Selva, Celos. Barcelona: Paidós, 2013.

lunes, 9 de julio de 2012

Dos extraños fantasmas en mi memoria: Baltasar Garzón y José María Ruiz Mateos


Dos extraños “compañeros de viaje” para un comentario único. Tan distintos y, en algunos aspectos, tan semejantes. Hablé de José María Ruiz Mateos y de sus hijos cuando se destapó su gran estafa, que predije tiempo atrás, como se puede consultar en este blog ¿Se cumplirían también las intuiciones de hace años respecto al juez? ¿Apuntaba maneras también?

¿Qué decir de Baltasar Garzón y por qué merecen estar juntos en este texto? Garzón es juez de luces y sombras. Juez brillante, que me hizo sentirme orgulloso de ser español, allá por 1998 cuando procesó al general Pinochet. Quien se ha atrevido con ETA y con los GAL, en este caso por razones tal vez espurias, por puro rencor personal. En cualquier caso, un gran juez aunque en mi opinión no un buen juez del todo.

Las sombras vienen de momentos serenos, en los que nadie puede argumentar excusas ideológicas y de sangre caliente: “En 2002, el juez Baltasar Garzón solicitó a las autoridades de Jersey el listado completo de los clientes con domicilio en España del BBV Privanza Bank y los extractos de dichas cuentas correspondientes al período 1996-2000, si la suma de abonos superaba una cantidad determinada. La petición fue rechazada por el fiscal de Jersey, con el argumento de la protección a la privacidad de los clientes del enclave (El País, 28 de abril de2002). Fue una petición indiscriminada del juez español, que guarda cierto parentesco con el “detengan a los sospechosos habituales” de la película Casablanca, y no tiene nada que ver con una decisión profesional debidamente fundada.” Escribí esto en 2005.

Lo que Garzón hacía era lo que sencillamente se conoce como una “redada” (“fishing expedition”). Se trata de detener o recabar datos de un montón de gente para ver quién cae. Se mezclan posibles sospechosos con presuntos culpables a ver qué se obtiene. Espero, querido lector, que nunca sea investigado así.

El principal problema, más moral que legal, tiene que ver con uno de los principios de la administración pública que nos obliga a todos los funcionarios: a mí, a él y al resto. Nuestras decisiones tienen que estar motivadas. Tiene que existir una causa o razón suficiente para, por ejemplo en mi caso, poner la materia de un examen o la forma de evaluación, suspender a un alumno u obligarle a examinarse en otra convocatoria. Cuando se desempeña una función pública las decisiones no pueden ser arbitrarias, máxime en el ámbito judicial en el que cuestiones tan importantes (libertad, reputación, daño económico) están en juego. Asuntos que este juez se saltó a la torera, y que los demás (millones de personas) procuramos cumplir cada día. Parece que le cegó el afán justiciero, que no de hacer justicia, por encima de todo. Es saltarse los procedimientos, porque de entrada no se confía en ellos para alcanzar los fines que se persiguen. Si el propio juez no cree en los procedimientos ¿Por qué los ciudadanos tenemos que confiar en él?

Su procesamiento y separación de la carrera judicial han obedecido en buena parte a razones espurias, tales como vendettas judiciales, envidia por su protagonismo mediático y sus grandes éxitos. De la forma en que se mire, la condena a Garzón es excesiva. Pero también obedece a cuestiones más o menos graves, como lo que podría interpretarse como chantaje implícito al Banco de Santander para obtener financiación con el fin de organizar y cobrar unos cursos, cuando uno de sus directivos estaba implicado en un proceso en el que participó Garzón. Más grave es ordenar escuchas policiales respecto a las conversaciones en la cárcel entre letrados y defendidos. Hay algunas razones válidas para esta última actuación, que no concurrían en el caso. Lástima de juez. Entre los disparatados argumentos en su defensa se alegó impropiamente que no había otra manera de combatir la corrupción. El fin justifica los medios puede ser el fin de la justicia.

Por confirmar queda, si es cierto, una cena en la que el juez, según afirman, compartió mesa y mantel con Henry Kissinger, gran protector de Augusto Pinochet. Eso dice Kissinger en sus memorias, respecto a Pinochet y a Franco ¿Qué hacía el juez cenando con el protector de su perseguido? ¿Pagó el Banco de Santander esa cena? Espero poder responder pronto a esa pregunta.

¿Qué ha cambiado en los últimos tiempos? La entrada en escena de su hija, María Garzón con un libro en defensa de su padre ¿Necesita que lo defienda su hija? Me han venido a la mente los hijos de Ruiz Mateos y encuentro pocas diferencias entre las imágenes, no a nivel físico pero sí a nivel simbólico. En este último plano, los motivos para unirlos sobran. Me temo que habrá novedades en el futuro próximo. Por más que sus luces continúen brillando, espero que no nos tengamos que ver nunca frente a una persona con actuaciones de este tipo. En otro orden de cosas, en modo alguno se le pueden atribuir los desmanes económicos, lo que parece una gigantesca estafa, de los Ruiz Mateos.

Recientemente concedió una entrevista a El País (5 de agosto) en la que abunda en la animadversión de los otros jueces basada en la envidia y los celos, idea que comparto totalmente. Habría que recordar el caso del ex juez Gómez de Liaño y saber qué opina al respecto. Garzón esgrime ataques contra los que iniciaron una de las demandas contra él ("dejan bastante que desear"). Compartiendo esta opinión, habría que admitir que divide a la población entre los que pueden presentar demandas y los que no, según nos caigan bien o mal. Respecto a las escuchas dice que no estaban reguladas, modestamente discrepo si se mira el tratamiento constitucional y normativo de las telecomunicaciones y el derecho de defensa. Tampoco está regulado desinflar la rueda del coche del vecino o de un acusado. Su queja por la dureza de la sentencia, el apartamiento de la carrera judicial, está más que justificada.

Los personajes famosos se nos aparecen como seres unidimensionales, totalmente buenos o totalmente malos. Pero todos somos una mezcla de aciertos y desaciertos. Nuestros grandes momentos los aireamos y los fallos garrafales los escondemos. Sólo brillan, para bien o para mal, en algunas ocasiones, sobre todo cuando se es una persona conocida. Nuestra gran tradición cainita nos lleva a ensalzar y convertir en ídolos a quienes nos caen bien y a hundir a quienes nos caen mal. Me viene a la mente el dicho popular "En santo que mea, no creas", que gustaba citar el escritor José Luis Castillo Puche. El tiempo pondrá a todo el mundo en su sitio.

Referencia:

Martínez Selva, J. M. (2009) Los paraísos fiscales. Madrid: Dijusa

viernes, 3 de febrero de 2012

La Burbuja


Dos personas que se besan y se dicen cosas agradables el uno a la otra y viceversa. Un mundo pequeño, en muchos aspectos aislado y cerrado, en el que se intenta hacer feliz a la otra persona. Un oasis en el que la información molesta se oculta o disimula. Una burbuja.
Una de las cosas que más me sorprende en las reacciones del público y de los medios ante mi libro “Tecnoestrés” es que algunos lo reciben como un ataque contra las nuevas tecnologías. Aprovecho para subrayar que el libro trata de algunos de los inconvenientes, unos más graves que otros, que traen consigo las nuevas tecnologías. Tecnoestrés no es una enfermedad, sino más bien un término “paraguas” que agrupa problemas variados que provienen del mal uso, del rechazo a las nuevas tecnologías o de su utilización excesiva.
Así lo explico en el prólogo. Sin embargo he encontrado periodistas, sobre todo los que trabajan en o para medios digitales que se sorprenden, cuando no reaccionan algo hostilmente.
En un caso me entrevistó una periodista en Barcelona, algo molesta al principio de la entrevista, que dijo que no se había leído el libro y que no tenía intención de hacerlo. Según me contó, vivía y trabajaba en el mundo digital y todo lo pre-digital le sobraba. La conversación terminó mejor que empezó y la entrevista no quedó mal en la Red. Mantengo una relación cordial con la entrevistadora. En otro caso, me reuní con un periodista de una importante agencia de noticias que venía de una feria digital. Algo incómodo, me dijo que le chocaba acabar de ver los grandes avances digitales para de repente encontrarse con un defensor de la tecnofobia. A lo largo de la entrevista conseguí convencerle de que mi libro no iba contra las nuevas tecnologías, sino que se trataba de que las personas aprendieran a llevarse bien y a vivir felizmente con ellas. Al terminar, apagó la grabadora y me contó sus propios problemas digitales con una operadora de telefonía móvil que le había estafado. Terminaron en los juzgados. El caso podía haber servido perfectamente como ejemplo para mi libro.
En una reciente entrevista telefónica, la cosa iba muy mal y terminamos prácticamente a gritos ¡Cómo me atrevía yo a desafiar el mundo digital y todas sus maravillas! Al día siguiente la periodista me llamó y me dio la razón en algunas de los temas que tratamos. La entrevista tampoco salió mal del todo en esta ocasión. También mantengo una buena relación con la entrevistadora.
Un encuentro, a la vez amistoso y cálido, pero algo extraño, es el que he tenido hace poco en un Club Rotary de Murcia. La audiencia, profesionales y empresarios jóvenes y muy bien preparados, era de lo más estimulante. Participaron con ganas y con cuestiones muy pertinentes y agudas. Pero palpé de nuevo cierta desconfianza. Muchos de ellos consiguen sus clientes, sus pedidos y hacen sus gestiones a través de la Red. Les cuesta entender que haya personas a quienes nos cuesta adaptarnos. Da la impresión de que quienes no nos llevamos bien con las nuevas tecnologías somos pobres, viejos o tontos. En parte es verdad, las brechas digitales existen, pero en parte no es así. Simplemente, y como me sucede con los periodistas de quienes hablaba arriba, cuesta exponer estas dificultades a quienes se desenvuelven bien con estos medios y, además, se ganan la vida con ellos.
Los psicólogos tendemos a ocuparnos de los problemas de las personas, e intentamos ayudar a quienes los tienen. No debe extrañar que uno estudie y divulgue las preocupaciones de los demás, en este caso las que resultan de la implantación masiva de las nuevas tecnologías.
A todos nos es difícil ver lo diferente y escuchar algo distinto, porque solemos desarrollar gran parte de nuestras actividades en una “burbuja de información”, como señala el autor Eli Pariser. Esto ha ocurrido siempre: Oímos lo que nos gusta oír. Hace unos cuantos años era peor, ya que no había tanta diversidad de medios escritos, ni tantas emisoras de radio o televisión. Ahora, hay más información disponible que nunca, pero la información está cada vez más personalizada en Internet y quienes nos rodean tienden a decirnos lo que esperamos que nos digan. Es algo que siempre ha ocurrido, pero que la Red intensifica.
Los usuarios masivos de nuevas tecnologías, la mayoría jóvenes, con medios económicos suficientes, de alto nivel cultural y con formación tecnológica, no quieren escuchar que las cosas que les permiten sacar adelante sus negocios, disfrutar del ocio y ejercer eficazmente su profesión traen consigo problemas. Es fácil rechazar la información que no se ajusta a las expectativas y experiencias individuales y recelar o distanciarse de quien dice algo distinto. Sin embargo, la burbuja empobrece y la diversidad de información y opiniones enriquece. La solución es enriquecer la variedad de nuestras fuentes de conocimiento del mundo, combinar lo digital con lo predigital. Fomentar el trato directo, personal, tratar a los demás cara a cara siempre que sea posible, conocer a las personas en ambientes y situaciones diferentes. No limitarse al correo electrónico y a las redes sociales, hablar por teléfono cuando no se pueda hacer cara a cara, no contentarse con el flash de noticias, sino leer también artículos de fondo y, sobre todo, escuchar a personas de opiniones diferentes. En suma, salir de la burbuja o romperla de cuando en cuando.
Referencias:
- Martínez Selva, J. M. (2011) Tecnoestrés. Paidós
- Pariser, E. (2011) The filter bubble. What the Internet is hiding from you. Penguin

domingo, 31 de julio de 2011

Cacofonía


El pasado mes de junio, durante la promoción de mi libro “Tecnoestrés” (Paidós), algunos periodistas me preguntaron acerca del movimiento 15-M. Lo primero que respondía es que era muy pronto para saber cómo evolucionaría, lo que en el momento de escribir estas líneas (julio de 2011) resulta igual de válido. Pero lo más importante para mí era resaltar que el movimiento de los indignados en la Puerta del Sol y en otras ciudades españolas, demostraba lo que la Red podía y lo que no podía hacer.

Creo que la mayoría de los españoles, y así lo reflejan las encuestas, estamos de acuerdo con casi todas las reivindicaciones que dieron origen al movimiento: excesiva partitocracia, corrupción política, falta de transparencia, paro juvenil y no juvenil elevado, mano blanda con los bancos y los banqueros, sumisión del poder judicial al político, viviendas inaccesibles, y unas cuantas quejas más.

Las redes sociales, y en especial la red de información y comunicación Twitter, han conseguido agrupar y reunir a un enorme número de personas y mantener esta unión durante varios meses, alrededor de una serie de objetivos generales y de consignas. En sus antecedentes están las recientes revoluciones árabes del Norte de África y Siria que con desigual fortuna siguen hacia delante. Similar fenómeno ocurre cuando seguidores de un cantante o un grupo musical se pasan información relevante o quedan para un concierto. La capacidad de estos instrumentos en aunar voluntades y reunir seguidores es imbatible e imparable. Todo augura que son buenos medios para informar, denunciar e influir en la sociedad.

Pero lo más difícil es transmutar esta capacidad de convocatoria en resultados sólidos y visibles en el mundo real tridimensional. Para mí, éste es el aspecto en el que la Red muestra su debilidad, dado el carácter práctico, laborioso, técnico incluso, de conseguir cambios en el mundo real, entiéndase por vías pacíficas. Es casi imposible conseguir que miles de personas al unísono acuerden prioridades, procedimientos, medios y una agenda política viable para lograr los cambios. Se trata de un problema de liderazgo y de representación, entendidos en sentido amplio. Liderazgo no es que surjan una o más personas que realicen las tareas anteriores y a quienes se les pidan responsabilidades. Liderar no es sólo movilizar o ilusionar, es también marcar objetivos, formas eficaces de actuación y dar cuenta de lo hecho.

El movimiento es reacio a la representación, cuando ésta, si se organiza bien, es muy eficaz y, sobre todo, económica. Impedir desahucios interponiendo decenas de personas para que no se cumpla una resolución judicial es enormemente costoso en términos de tiempo y esfuerzo y arriesgado. Lo mismo puede decirse de realizar marchas a pie o simulaciones de marchas a Madrid o a Bruselas. Por otro lado, han aparecido en el movimiento conductas similares a las que critican en los políticos, como por ejemplo el boicot a medios de comunicación con los que no sintonizan: no hablan bien de ellos. Es un mimetismo curioso.

Miles de personas, por muy bien comunicadas que estén y muchas ganas que tengan, no pueden escribir “El Quijote” ni componer una sinfonía. La sintonía se convierte en cacofonía. Pueden actuar como fuerza de interposición para impedir lo que a sus ojos, y a los de muchos, es una injusticia flagrante. Pero el resultado final será escaso si se hace al margen del sistema. Muchos esperamos que los partidos y la sociedad civil (empresarios, medios de comunicación, sindicatos, poder judicial, instituciones académicas y científicas, asociaciones profesionales) en general, asuman bastantes de su planteamientos. Creo que si consiguen que estas reivindicaciones alcanzan la corriente principal de la vida social y política habrán prestado el mejor servicio posible a la sociedad y ésta les habrá correspondido de la mejor manera.

Referencia:

J. M. Martínez Selva (2011) Tecnoestrés. Barcelona: Paidós

miércoles, 18 de mayo de 2011

Título de Transporte Válido


Me acabo de enterar al viajar en Renfe que mi billete de tren se llama en realidad “título de transporte válido”. Casi todos poseemos un título universitario (además de poder hacernos fácilmente con una etiqueta de Anís del Mono), pero ahora Renfe añade a nuestro curriculum un nuevo título. Puedo viajar porque tengo un título. En este caso no es para toda la vida, sino que dura lo que el trayecto. No cambia nada más, sólo el nombre: antes se llamaba billete, ahora título de transporte. El tren va igual de lento y sigue siendo igual de incómodo. Me pregunto para qué tanta complicación o tanta preocupación por el nombre, la etiqueta o la imagen. Sólo se debería cambiar o arreglar lo que no funciona o es mejorable.
Pero el cambio de nombre para aparentar más no termina ahí. La tendencia sigue en los ámbitos más variados: las prostitutas se llaman “trabajadoras del sexo”. Los camioneros son “operadores logísticos” y los basureros son “agentes medioambientales”. En la época de Franco se hablaba de “productores”, no de obreros. Los enfermeros eran “practicantes” y después fueron ATS (“ayudantes técnicos sanitarios”). En los primeros años de Felipe González, el Gobierno se empeñó en que la OTAN se llamara “Alianza Atlántica”. Para la ONU, los pobres son población en estado de "privación material severa". Todo el mundo quiere cambiar el nombre de las cosas, que es más fácil que cambiar las cosas. Se trata de presentarse mejor ante los demás, de eliminar connotaciones negativas, de evocar sentimientos positivos, de evitar el rechazo y ser más atractivo lo que uno hace, es o representa.
En Madrid los agentes de tráfico son agentes de “movilidad”. El operador telefónico a quien pago un montón de euros al mes me acaba de informar gentilmente que mi teléfono móvil en realidad se llama “terminal”. Para la ministra Elena Salgado, la subida de impuestos es “sin ánimo recaudatorio”. Las guerras son “misiones de paz y reconstrucción” y de “protección a la población civil”. Si protejo a la población civil de alguna forma que se me ocurra, me comporto como un militar y estoy en una misión bélica. Tal vez el disimulo lingüístico más nocivo, por sus consecuencias fue el de llamar durante muchos y cruciales meses a la crisis económica, iniciada en 2007, “desaceleración económica”. Para añadir vinagre a la herida, se insultaba desde el gobierno de la nación a quienes preferían emplear un término más cercano a la realidad. Ahora el "rescate financiero" es un "préstamo".
Muchos psicólogos se han apuntado también a esta moda. Les parece poco ser psicólogos y quieren que les llamen Neurocientíficos Cognitivos. Esto de Neurociencia parece como más científico y más serio, como más médico y cercano a las ciencias duras. Suena mejor y más moderno. Se diría que se avergüenzan de su profesión y, como en los ejemplos anteriores, se creen que mejorará su imagen y los demás les querrán más si cambian de nombre. En mi universidad las tareas burocráticas se llaman "gestión", como si rellenar un cuestionario electrónico o tener una reunión para poner los horarios, fuera comparable a dirigir una gran empresa. Pero mucha gente se lo cree y es feliz así.
Esta manía de preocuparse por las apariencias externas y de dejar el contenido y el fondo de las cosas como están o peor puede terminar muy mal, cuando la gente se canse y empiece a llamar a las cosas por su nombre. Insistir en cambiar la denominación de algo, ya sea un objeto o una profesión, sin mejorar nada es ocultar y mentir.
Referencia:
García-Albea, J. E. (2011) Usos y abusos de lo "neuro". Revista de Neurología, 52, 577-580.

viernes, 22 de abril de 2011

El Caldo Primordial


En enero de 2011, el gobierno español mantenía un duro tira y afloja con los sindicatos en relación con la reforma de las pensiones que pretendía implantar. En pleno rifirrafe saltó a la luz que el gobierno quería incluir en la mesa negociadora la cuestión del cierre de las centrales nucleares. Esta iniciativa, desmentida días después, sorprendió a mucha gente: ¿Qué tiene que ver la reforma de pensiones con la energía nuclear? Un eurodiputado del PP afirmó en un programa de televisión que eso mostraba las ideas raras que tenía el presidente Zapatero: el suceso era una oportunidad para saber lo que pasaba por su cabeza. Según este político, lo que tenía dentro era un totum revolutum en el que se mezclaban cosas muy variadas, inconexas.

No pienso que sea algo que le pase al presidente Zapatero. En la cabeza de una persona que se considera de izquierdas o de derechas hay una especie de caldo primordial o de magma primigenio, donde se encuentran ideas, sucesos, actitudes y sentimientos muy diversos, enlazados entre sí y que se activan particularmente en situaciones de conflicto o de alta tensión política. Cuando se toca o se aborda uno de estos temas, las personas se agitan y se encuentran extrañas afinidades entre conceptos, sucesos y temores que no tienen nada que ver entre sí.

Asuntos que podemos encontrar en el caldo primordial de derechas están el aborto y la píldora abortiva, la eutanasia, la unidad de la patria, el terrorismo, la inmigración, que las personas se distingan por su mérito y esfuerzo, la libertad, la libre empresa, el 11-M, las corridas de toros y una serie de temas relacionados con la educación: la libertad de enseñanza y la de enseñanza religiosa, los crucifijos en las escuelas.

En el caldo de la izquierda están las centrales nucleares, el complejo industrial-militar, los Estados Unidos, el capitalismo (en general), la banca y los financieros, los empresarios, las multinacionales, los cultivos transgénicos, el calentamiento global, la República, la memoria histórica, la solidaridad, la igualdad entre las personas.

Cuando se quiere quitar hierro al debate, los términos se disfrazan: “proceso de paz” por “diálogo con los terroristas”, “derecho a la muerte digna” por “eutanasia”, “interrupción voluntaria del embarazo” o “derecho a decidir de la mujer sobre su cuerpo” por “aborto”.

Y así se puede seguir hasta unos cuantos temas, la mayoría sin ninguna conexión clara entre sí. Los nacionalistas suelen tener su propia lista, más larga cuanto menor es la extensión de su territorio. Tocar alguno de estos temas es invocar los sentimientos más primarios, la razón se va de vacaciones y la agresividad se dispara. Es casi imposible hablar tranquilamente de muchos asuntos. La discusión calienta el caldo, según aumenta la temperatura y comienza a hervir, estos asuntos se van embrollando más bien como espaguetis que como cerezas. La confusión final es la hermana del desencuentro y de la ira.

¿Será posible algún día hablar de estos temas sin despedazarse?

viernes, 25 de marzo de 2011

Apunta maneras


"Apunta maneras": Expresión de origen taurino que indica que el novillero promete y que será bueno. Se extiende a otros menesteres y se puede aplicar tanto en sentido positivo como negativo. El 28 de diciembre de 2009 envié un mensaje SMS a el programa de Intereconomía TV “El Gato al Agua” con el texto de la foto: “compro pagarés rumasa a cinco euros. Razón F Millet Barna”. Quise enviar, como una broma del día de los Inocentes, lo que pensaba en serio en ese momento y de lo que estaba completamente convencido: la emisión de pagarés del conglomerado de los Ruiz Mateos era un globo de aire. Si no era un fraude en ciernes, lo parecía.

La primera señal era el propio Ruiz Mateos. “Apunta maneras” es lo primero que se me ocurrió al ver la emisión de pagarés de Nueva Rumasa. “Sic notus Ulixes” (¿"Así es conocido Ulises?“ "¿De esa forma se comporta Ulises?”) dijo un desconfiado troyano, según la poética narración de Virgilio, cuando le intentaban convencer de que el Caballo de Troya era un regalo amistoso de los aqueos al volverse a su patria. Hay expresiones más castizas: "La cabra tira al monte". Todos somos esclavos de nuestros hábitos. Volviendo al mundo clásico también está la del poeta Horacio: "Naturam expelles furca, tamen usque recurret" ("Expulsa a la Naturaleza con la horca, y sin embargo siempre vuelve al lugar de donde salió").

Los psicólogos decimos que el mejor predictor de la conducta futura es la conducta pasada y después del fiasco de la primitiva Rumasa, se asistía a la configuración de un grupo de empresas del ramo de la alimentación fuertemente interconectadas y con mucho ruido mediático. También forman parte del grupo hoteles y una emisora de radio, Radio Libertad, en la que por cierto me entrevistaron en una ocasión y me trataron muy bien.

La señal más llamativa de que algo no iba bien era también el elevado tipo de interés que prometían, que llegó al 10% en las últimas emisiones, si no recuerdo mal. Al ser oferta directa a inversores, no había ni auditores, ni intermediarios financieros, ni bancos gestores o depositarios de los títulos, ni posibilidad de negociarlos. Todo ello sospechoso y lamentablemente familiar, especialmente para el aficionado a leer sobre fraudes y estafas. Hay que tener cuidado, por otro lado, porque una auditoría fiable suele estar también detrás de grandes estafas.

Pero lo que me convenció de todo fue la prenda o colateral de la emisión. Se garantizaban los pagarés con miles y miles de litros de brandy (sucedáneo del cognac, como el cava lo es del champagne). Precisamente se respaldan los fondos obtenidos con mercancía que no se puede o no se sabe vender. No tenía ningún sentido.

En aquellos momentos, diciembre de 2009, Nueva Rumasa se anunciaba en Intereconomía TV e intenté que el aviso pasara como una inocentada. Pero no coló. Está claro que no iban a molestar a un buen anunciante, aun tratándose de lo que hoy sabemos que es, con un mensaje quasianónimo. Lo chocante es que hay una cercanía entre los incondicionales de Intereconomía y las personas favorables a Ruiz Mateos. Son quienes piensan que el gobierno socialista quiso castigarlo en su momento y le robaron sus empresas (tal vez hubiera algo de ello). Por mi parte me limité a enviar un mensaje que reflejaba mi opinión.

En septiembre de 2010 pronuncié una conferencia sobre la mentira en tiempos modernos en un curso organizado por la Fundación Spiral en el Círculo de Bellas Artes. Mencioné un grupo empresarial, sin nombrarlo, que según todos los indicios podía terminar en un fraude. En conversaciones privadas ya había hablado de ello a varios amigos y a algún empresario.

Hoy en día y visto lo visto, habría perdido bastantes euros si la gente me hubiera cambiado sus pagarés de 50.000 euros nominales por mis modestos billetes de 5. No sé si alegrarme de que no lo publicaran.