viernes, 3 de febrero de 2012

La Burbuja


Dos personas que se besan y se dicen cosas agradables el uno a la otra y viceversa. Un mundo pequeño, en muchos aspectos aislado y cerrado, en el que se intenta hacer feliz a la otra persona. Un oasis en el que la información molesta se oculta o disimula. Una burbuja.
Una de las cosas que más me sorprende en las reacciones del público y de los medios ante mi libro “Tecnoestrés” es que algunos lo reciben como un ataque contra las nuevas tecnologías. Aprovecho para subrayar que el libro trata de algunos de los inconvenientes, unos más graves que otros, que traen consigo las nuevas tecnologías. Tecnoestrés no es una enfermedad, sino más bien un término “paraguas” que agrupa problemas variados que provienen del mal uso, del rechazo a las nuevas tecnologías o de su utilización excesiva.
Así lo explico en el prólogo. Sin embargo he encontrado periodistas, sobre todo los que trabajan en o para medios digitales que se sorprenden, cuando no reaccionan algo hostilmente.
En un caso me entrevistó una periodista en Barcelona, algo molesta al principio de la entrevista, que dijo que no se había leído el libro y que no tenía intención de hacerlo. Según me contó, vivía y trabajaba en el mundo digital y todo lo pre-digital le sobraba. La conversación terminó mejor que empezó y la entrevista no quedó mal en la Red. Mantengo una relación cordial con la entrevistadora. En otro caso, me reuní con un periodista de una importante agencia de noticias que venía de una feria digital. Algo incómodo, me dijo que le chocaba acabar de ver los grandes avances digitales para de repente encontrarse con un defensor de la tecnofobia. A lo largo de la entrevista conseguí convencerle de que mi libro no iba contra las nuevas tecnologías, sino que se trataba de que las personas aprendieran a llevarse bien y a vivir felizmente con ellas. Al terminar, apagó la grabadora y me contó sus propios problemas digitales con una operadora de telefonía móvil que le había estafado. Terminaron en los juzgados. El caso podía haber servido perfectamente como ejemplo para mi libro.
En una reciente entrevista telefónica, la cosa iba muy mal y terminamos prácticamente a gritos ¡Cómo me atrevía yo a desafiar el mundo digital y todas sus maravillas! Al día siguiente la periodista me llamó y me dio la razón en algunas de los temas que tratamos. La entrevista tampoco salió mal del todo en esta ocasión. También mantengo una buena relación con la entrevistadora.
Un encuentro, a la vez amistoso y cálido, pero algo extraño, es el que he tenido hace poco en un Club Rotary de Murcia. La audiencia, profesionales y empresarios jóvenes y muy bien preparados, era de lo más estimulante. Participaron con ganas y con cuestiones muy pertinentes y agudas. Pero palpé de nuevo cierta desconfianza. Muchos de ellos consiguen sus clientes, sus pedidos y hacen sus gestiones a través de la Red. Les cuesta entender que haya personas a quienes nos cuesta adaptarnos. Da la impresión de que quienes no nos llevamos bien con las nuevas tecnologías somos pobres, viejos o tontos. En parte es verdad, las brechas digitales existen, pero en parte no es así. Simplemente, y como me sucede con los periodistas de quienes hablaba arriba, cuesta exponer estas dificultades a quienes se desenvuelven bien con estos medios y, además, se ganan la vida con ellos.
Los psicólogos tendemos a ocuparnos de los problemas de las personas, e intentamos ayudar a quienes los tienen. No debe extrañar que uno estudie y divulgue las preocupaciones de los demás, en este caso las que resultan de la implantación masiva de las nuevas tecnologías.
A todos nos es difícil ver lo diferente y escuchar algo distinto, porque solemos desarrollar gran parte de nuestras actividades en una “burbuja de información”, como señala el autor Eli Pariser. Esto ha ocurrido siempre: Oímos lo que nos gusta oír. Hace unos cuantos años era peor, ya que no había tanta diversidad de medios escritos, ni tantas emisoras de radio o televisión. Ahora, hay más información disponible que nunca, pero la información está cada vez más personalizada en Internet y quienes nos rodean tienden a decirnos lo que esperamos que nos digan. Es algo que siempre ha ocurrido, pero que la Red intensifica.
Los usuarios masivos de nuevas tecnologías, la mayoría jóvenes, con medios económicos suficientes, de alto nivel cultural y con formación tecnológica, no quieren escuchar que las cosas que les permiten sacar adelante sus negocios, disfrutar del ocio y ejercer eficazmente su profesión traen consigo problemas. Es fácil rechazar la información que no se ajusta a las expectativas y experiencias individuales y recelar o distanciarse de quien dice algo distinto. Sin embargo, la burbuja empobrece y la diversidad de información y opiniones enriquece. La solución es enriquecer la variedad de nuestras fuentes de conocimiento del mundo, combinar lo digital con lo predigital. Fomentar el trato directo, personal, tratar a los demás cara a cara siempre que sea posible, conocer a las personas en ambientes y situaciones diferentes. No limitarse al correo electrónico y a las redes sociales, hablar por teléfono cuando no se pueda hacer cara a cara, no contentarse con el flash de noticias, sino leer también artículos de fondo y, sobre todo, escuchar a personas de opiniones diferentes. En suma, salir de la burbuja o romperla de cuando en cuando.
Referencias:
- Martínez Selva, J. M. (2011) Tecnoestrés. Paidós
- Pariser, E. (2011) The filter bubble. What the Internet is hiding from you. Penguin